BECK HUNTER
—¿Has compartido habitación con Colden y sigues vivo? —pregunto mientras Asher cierra la puerta tras él.
—Ronca como un elefante.
—No lo dudaba, es un requisito para ser un hombretón de campo.
Estar aquí es reconfortable, ayuda siempre a descargar el peso de la vida porque todo parece más simple, rodeado de naturaleza.
Nuestra vida real no se asemeja en nada al día a día del Rancho. Ni Nate, ni Ash, ni yo mismo nos hemos criado en esta tranquilidad. Nuestros padres son hombres importantes de negocios, las marcas pagan millones de euros porque luzcamos uno de sus conjuntos.
Sé que Asher necesitaba despejar la cabeza, los últimos meses han sido duros para él, estaba dando tumbos en Londres sin encontrar el sentido de la vida. Todos estuvimos de acuerdo en que viajase a este lugar, creo que un poco intimidados con lo que podría ocurrir si seguía por ese camino.
He hablado con él por teléfono casi a diario, siempre que la cobertura lo ha permitido.
—¿Cómo está la cosa por Londres?
Muevo los hombros de arriba hacia abajo.
—Igual que siempre. Nada cambia y todo parece moverse alrededor.
—¿Quién te manda estar constantemente a trescientos kilómetros por hora?
—La adrenalina es una droga mala —respondo mientras tomo asiento en la cama, cerca de su cuerpo.
Asher ha apoyado mi carrera, nunca ha acudido al circuito, no es lo suyo. Odia que la gente se le quede mirando, se siente incómodo entre las multitudes.
—Y ahora bien —corto el momento de felicidad—, ¿vas a volver con nosotros? Todos creemos que es el momento.
—No lo sé, Beck. Estoy a gusto aquí, es un lugar tranquilo.
—Hace una semana de la llamada.
Exactamente, ocho días atrás Asher me llamó con la voz ahogada. No era capaz de expresar lo que le ocurría, pero de entre todas las frases inconexas saqué en conclusión que echaba de menos la rutina. La rutina que entre todos habíamos creado con él.
Al comprobar que no está dispuesto a abrir la boca, prosigo mi discurso. Discurso que he trabajado delante del espejo para no fallar porque sé que solo tengo una oportunidad.
—Es el último año que voy a estar cerca de vosotros, cuando comience el nuevo contrato me tendré que mudar y todo será más complicado.
Él sabe a lo que me refiero con que «todo se volverá más complicado», por ese mismo motivo asiente sin abrir la boca.
—Cuando estás con ellos más de una semana, el pensar en salir por esa valla es similar a abrir un agujero en el pecho. La casa siempre está llena de gente, no hay un momento de aburrimiento. En Londres no es lo mismo.
Es cierto que tanto Nate como yo viajamos demasiado, cada semana estamos en una parte del mundo diferente, pero tengo un plan para pasar más tiempo juntos, solo necesito que me escuche. Un toque en la puerta nos alerta de que no estamos solos. Colden mete la cabeza por la rendija y cuando lo invitamos a pasar lo hace con otra sonrisa. Me siento afortunado de que el mayor de los Keller, el mismo tío que asumió con menos de veinte años el peso de su familia y que siempre parece estar más pendiente del trabajo que de ser feliz, nos esté entregando una sonrisa.
Ha olvidado el sombrero en algún lugar, no obstante, las botas de tacón hacen crujir la madera a su paso.
—¿Dejándote convencer por el demonio de la pista para huir de aquí, Ash?
Toma asiento a su lado y espera a que éste responda. Lo hace de forma tímida, cualquiera lleva la contraria a Colden.
—No metas mierdas, sabes que es lo mejor para él —añado.
—No me hagas repetir las palabras que te dije por teléfono, Hunter.
Colden es ese amigo que te pone en tu sitio cuando haces las cosas mal. Aprecio la forma que tiene de cuidarme, pero en esta ocasión no lleva la razón. Los planes que le esperan a Asher de vuelta a casa son más grandes que los que puede hacer aquí.
—¿Cómo vas a hacer que un hacker coma si no tienes ni conexión a internet en esta casa? —pregunto.
Asher aclara que:
—Soy informático, no hacker.
Aunque Colden y yo asintamos, ambos sabemos que es hacker y que está estudiando ingeniería informática a distancia para sacar el título legal. Lleva años trabajando en la empresa de mi padrastro para sacar toda la información oscura que su equipo oficial no puede rescatar. Cuando se junta con Samuel, ambos se vuelven dos frikis de los tecnicismos que todos aborrecemos.
El mayor de los Keller resopla ante mi comentario, sé que va dirigido a mí porque rodea a Asher con su enorme brazo y me echa una mirada de advertencia que me haría temblar si no conociera que en el fondo, muy hondo, de su pecho, hay un tierno corazoncito.
—Te las verás conmigo como reciba una llamada de auxilio por parte de Asher.
—¿Es una promesa de piernas rotas?
—Me gustan más tus dedos.
El muy cabrón sabe dónde duele. El movimiento de mis dedos, así como el de las muñecas, es de lo más comentado en los circuitos. Sé manejar el volante como ninguno otro, por ese mismo motivo no suelo correr riesgos tales como cabalgar por el medio de la montaña.
Se hace el silencio entre nosotros. No se vuelve incómodo, más bien es un recordatorio de todo lo que hemos vivido juntos. Ni los Keller han tenido una vida fácil, ni Asher y yo hemos caminado por un sendero de margaritas. Con el paso de los años podríamos haber perdido el contacto, y, sin embargo, aquí estamos.
Colden corta el silencio dando una palmada en la rodilla de Asher.
—Venía a deciros que Brielle ha llegado. Os ha visto por la ventana de su casa y ha traído una sorpresa.
El rostro de Asher se ilumina, siempre se han llevado bien, incluso Nate ama a esa chica. En realidad, Nate ama a cualquiera que le dé bola.
—Y no va a parar hasta que bajéis. Ya sabéis como se pone.
—Intensa —añado.
El asentimiento del vaquero es un claro reflejo de que llevo toda la razón. Asher no espera a saber si tengo algo más que hablar con él, pasa por delante de mi sitio y sale de la habitación. No sabía que Brielle despertase ese tipo de fanatismo en él.
—Se han hecho amigos en estos últimos meses. Digamos que ella pasa más tiempo aquí que antes.
—¿Quieres decir que…?
La pregunta velada queda en el aire que compartimos.
—No, no es Asher, sino algo más complicado.
—¿Lo esperable? —pregunto siendo consciente de que estamos hablando en clave por si algún chismoso está escuchando.
—Aún más complicado.
No sé cómo puede ser eso posible, a pesar de ello, dejo de alargar el tiempo y sigo los pasos de Asher. Colden cierra la puerta de la habitación cuando también sale.
Brielle es la vecina de los Keller. Vive a unos kilómetros de aquí, más cerca del pueblo. Ha sido amiga de los mellizos desde siempre. Nacieron en el mismo año y han acudido al colegio juntos. Digamos que se caracteriza por ser una chica con una alegría peculiar.
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