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CAPÍTULO 4. EL FUTURO EN UNA GALLETA

Actualizado: 18 feb


BECK HUNTER


Bajo los escalones uno a uno, escuchando cómo las botas de Colden protegen mi espalda. La sala principal en esta casa es el salón. Es tan amplio que las reuniones las solemos hacer allí, sin embargo, en esta ocasión el murmullo intenso viene de la cocina. 

Camino decidido hacia allí cuando, antes de verla, la escucho. 

—¡MADRE MÍA! ¿Eres tú? —su larga cabellera castaña rebota alrededor de su cuerpo cuando ocupa el quicio de la puerta—. No me lo puede creer, es Beck Hunter. 

Tapa la boca y hace eso que tanto odio, ese chillido insufrible que genera que todos se tapen los oídos. Quiero hacerlo, pero se cuelga de mi cuello como un mono y me impide moverme del sitio. No son solo los brazos los que me rodean, las piernas ya trepan por mis caderas. 

—¡No soy una cucaña, Brielle!

—Me encanta tu tono de voz. ¿Me puedo hacer una foto contigo? No, mejor, ¿puedes firmarme las tetas?

Colden pasa por mi lado riéndose como un campeón, y no es el único, todos los chicos siguen sus pasos ante la efusividad de la vecina. 

—Es increíble que estés en Lellos —grita muy cerca de mi oído—. Soy tu fan número uno, no me pierdo ni una de tus carreras. 

Hace tal fuerza para mover el pelo, que casi nos vamos los dos al suelo. Tengo que rodear su baja espalda para coger el equilibrio, con lo que me gano un buen aullido por parte de todos, ella incluida. 

A modo de respuesta atrevida, me clava el tacón de sus botas en el culo.

Cambia el tono de voz con tal rapidez que me quedo tieso. 

—Te he echado de menos, pilotito famoso. 

Aparta el show y me abraza con calidez. Jamás me voy a acostumbrar a lo volátil que es esta chica y mira que he crecido escuchando las locuras que hace en cada ocasión que tiene. 

—Me encanta hacer el papel de fan alocada. 

La ayudo a separarse de mi cuerpo y busco la mirada de Nate. 

—Y que lo dudes, es totalmente creíble.

Suelto la mentira para que no comience de nuevo con los gritos, no obstante, en la vida he tenido este tipo de encontronazos con nadie. Sí que hay personas que cruzan líneas incómodas, pero nadie se me ha colgado del cuello ni me ha pedido que le firme las tetas. 

Con respecto a esto último, la mirada de Nate no ha soltado la mía y eso solo puede significar…

—Brielle, si tienes un bolígrafo por ahí cerca…

Es Nevan el que le da un coscorrón antes de que finalice la frasecita de mal gusto. 

—Nathaniel, tú no disfrutarás del manjar que hemos estado preparando. 

—¿Hemos? —pregunta Miles mientras cierra la puerta de la nevera de la que ha sacado una jarra de agua. 

—Nevan me ha estado ayudando a cocinar ¡galletitas de la fortuna! El muy mentecato no me ha dicho que los forasteros llegaban hoy, así que es una señal para comerlas todos juntos. 

La mirada de Miles se va a la de su hermano mellizo. Siento que a esto se refería Colden cuando hablaba de que las cosas con Brielle estaban diferentes. Nevan y ella son inseparables, mejores amigos desde que tengo uso de razón. No ayuda nada a que Miles y ella tengan una relación de lo más tirante. 

El mellizo menor ni se da cuenta de la mirada y se acerca a la mesa para destapar la bandeja. 

—¿Quién hace galletitas de la suerte? ¿No se supone que eso hay que comprarlo? —pregunta uno de los gemelos. 

Han hecho lo de vestirse del mismo modo para confundir. Ellos sí sabían que íbamos a llegar y, como se aburren la mayor parte del tiempo, han decidido que volvernos locos a Nate y a mí intentando descubrir quién es quién, iba a ser divertido. 

—¿Eres tonto?, claro que se pueden hacer —responde el otro gemelo. 

—¿Y quién escribe las frases, listo? 

La batalla de adjetivos nos deja al resto mudos. 

—Las he sacado de internet —claudica Brielle muy emocionada con su repostería—. Y bien, ¿quién se anima a descubrir lo que le depara el futuro? El clan de los pijos no me puede fallar. 

Brielle es lunática hasta decir basta. Es de las que su día cambia si se pone a contar los pétalos de una margarita y el resultado le dice que nadie la quiere. 

—¡Yo quiero una! —Sé que ha sido Eric porque Wylan es un poco menos efusivo. 

Colden se acerca a la jarra de agua y evita mantener el contacto con Brielle. Antes de que abra la boca, ella se adelanta. 

—Eh tú, vaquero, no te vas a librar. Nadie puede sortear su futuro. ¿Y si en esta galletita se esconde un premio de la vida?

—¿Qué se supone que es un premio de la vida?

La cadera del «vaquero» se apoya en la encimera. Es chulo hasta decir basta, y luego nombran mis movimientos como si no los viesen representados cada día en su casa. 

Asher se acerca a mí, aprieta mis hombros con confianza y espera la respuesta de Brielle como estamos haciendo todos, expectantes, porque ella tiene ese efecto. 

Creo que el único que la entiende las veinticuatro horas al día es Nevan. 

—Una sorpresa a la vuelta de la esquina. Inesperada, tanto que hace que tu vida cambie. 

—Lo único que cambiaría mi vida es que esta empresa me subiera el sueldo, Bri. 

Aquí es donde Colden demuestra el peso que acarrea en sus hombros desde que su madre falleció. No tiene tiempo ni para bromas ni para disfrutar de la vida. Ha sacado adelante a cinco hermanos y a un rancho de caballos. Sé que la empresa no está pasando por su mejor momento y aunque he intentado ayudarlo, no deja que entre ni mi dinero ni el de nadie. A fin de cuentas, él es un empleado más, este lugar no le pertenece a ninguno de los Keller. Las dueñas viven en Nueva York y, por lo que tengo entendido, no quieren saber nada de lo que se cuece en Lellos. 

El Rancho es la vida de Colden, el único refugio que tienen en este mundo. No va a dejar que caiga, aunque en el proceso se hunda él. 

—Mira que eres melodramático, Colden Keller. Ven aquí, voy a elegir una de las galletas para ti. 

Él no se mueve ni un centímetro, solo sube el vaso de agua hasta la boca, bebe y vuelve a bajarlo. 

—Galletitas de la suerte, ¿en serio?

El comentario es de Miles, indudablemente, y la risa floja de Nate que ya está haciendo fila detrás de Colden para que la belleza vaquera le entregue la galleta que a él le corresponde. 

Nunca entenderé por qué Nate, siendo el tío guapo y llamativo que es, las tías a las que él le echa el ojo pasan de su culo. Siendo adolescentes intentó ligar con Brielle y ella lo tiró a un charco de barro con boñigas de los caballos. Y ahora el tonteo que se trae con Lyn Aston que… En fin, se queda en eso, en un tonteo de un perrito faldero. 

Brielle escoge una al azar y la eleva en el aire. Wylan comienza a cantar a modo de coro celestial y Colden la coge sin dar mucho bombo a toda la pantomima que están generando a su alrededor. 

—¿La tengo que comer o solo con leer el papelito es suficiente?

—He estado horneando para vosotros. ¿Me vas a hacer ese feo?

La utilización del drama emocional también le gusta mucho a Brielle. 

Hay una negación por parte de Colden, que da un mordisco a la galleta a la par que desenrosca el papelito blanco que le ha tocado. 

«Tendrás un cara a cara con un problema que podría suponer tu ruina. Lucha, aunque sea de rodillas». 

Madre mía, no sé qué tipo de frases ha buscado Brielle, pero esa ha sido intensa. 

La susodicha mira hacia el afectado con cara de incomodidad. Se muerde el labio y no dice ni una palabra. Muy extraño en ella. 

—Por lo menos ha acertado la galleta de los cojones. Como la empresa no encuentre una solución, será nuestra ruina. 

Deja el papel sobre la encimera y se despide de todos con un vago comentario que hace referencia a la comida de los caballos. 

—No recordaba esa frase —apunta Nevan mientras mueve las rubias cejas extrañado. 

—Las he cambiado todas, no me gustaba la primera elección que hicimos y, además, no tenía sentido que supieras lo que escondía cada una de ellas. Así no es interesante el juego. 

—No tienes cinco años, Brielle. 

El sarcasmo de Miles es roto por la cara de tristeza de la chica. Sé que la mala relación entre ambos tiene que ser motivo de años de discusiones, a pesar de ello, parece que Miles tiene una vara de medir mucho más corta cuando se refiere a ella. Y eso que yo no soy el alma de la fiesta, pero hasta a mí me duele el ego herido que le ha dejado. 

—Venga, Nate, coge una galleta —señalo para cortar el hielo. 

Él, muy sonriente, acepta el cometido y saca una con el beneplácito de la cocinera. 

«Recuerda comprar un bote de gomina para el pelo porque se vienen curvas, y deberás de sortearlas sin pisar el freno». 

Es la frase más amplia que pudo haberle tocado, pero, como no, él entiende que la galleta le está diciendo que en un futuro cercano va a sortear las curvas «de un circuito de Fórmula 1». 

—¿Le bajas de la nube tú, o lo tendré que hacer yo? —susurra Ash mientras sigue masajeándome los hombros. 

—Déjalo, en algún momento se cansará de luchar a contracorriente. 

—¡Te he escuchado! Y eres un envidioso, Hunter. Cuando sea tu contrincante vas a llorar, y no seré tu pañuelo de lágrimas, sino tu peor pesadilla. 

—Nos estamos poniendo muy filosóficos con el temita de las frases, eh. 

Quiero salir por patas como ha hecho Colden porque desde hace unos minutos, la morena me tiene en el punto de mira.

Mete la mano entre las galletas, saca una decidida, y me la entrega. 

—Es tu turno, Hunter. 

—¿Y si no quiero hundirme en la mierda y seguir siendo feliz?

—Tienes que abrir la galletita. 

Sus ojos marrones se clavan en los míos. No hay una salida posible más que la de darle un mordisco a la maldita galleta. 

—Está bien.

«Este año nada será como esperas, prepárate para dar la bienvenida». 

Se refiere al contrato. 

Por supuesto que se refiere al contrato, ¿verdad?

—Es bueno, ¿por qué tenéis esa cara larga todos?

Todos, absolutamente todos me miran midiendo mis movimientos. Repaso el texto y no encuentro el origen de la confusión. 

—¿Y si nos vamos al Cow esta noche? Un par de cervezas estaría bien —señala Eric mirando hacia su gemelo. 

—Me apunto —dice Asher que se separa de mi cuerpo y coge una de las galletas sin hacer alarde. 

¿Qué coño significa dar la bienvenida? No es que sea malo, se llama prosperidad. 

En fin, esta gente no tiene idea de nada. 



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