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CAPÍTULO 6. VERDAD O ATREVIMIENTO

Actualizado: 18 feb


BECK HUNTER


—¿No crees que primero deberíamos beber una cerveza?

Es Nevan el que intenta poner algo de cordura a la cabecita loca de Brielle. 

—Quien intente mentir diciendo que solo se lo pasa bien con el alcohol, es porque es un infeliz de mierda. 

Y a ver quién es el valiente que le lleva la contraria. 

Doy un trago largo a la cerveza para evitar cualquier juicio por parte de su mirada. Yo sí que necesito alcohol en estos momentos. Ha sido un año duro de cojones y el que viene se augura mucho peor. Es el último que voy a tener de tranquilidad, en cuanto pise la nueva escudería y me mude lejos de mi familia, el caos se va a desatar. 

Wylan llega a la mesa con una botella de cerveza vacía mientras Rory sirve al resto que se han añadido. 

—¿Te unes? —le pregunta Brielle a la camarera. 

—Ojalá, pero hoy está siendo una noche de trabajo duro. 

Eric iba a lanzarse a hablar pero Samuel aprieta su cuerpo contra la silla. Con el gesto le ha dicho más de lo que cualquiera podría haber añadido. 

El pobre resopla y cabecea resignado. 

—Empiezo yo —dice Colden cogiendo la botella. 

Los Keller han roto su distribución tradicional en la mesa para añadirnos a Asher, Nate y a mí. Están todos desordenados y la incomprensión se refleja en sus miradas que no enfocan dónde está cada cual. He visto a Colden reinar la mesa cada vez que se sienta en ella y hoy le ha cedido su puesto a Nate. 

La botella gira hasta frenar delante de Nevan que rodea con cariño la espalda de Brielle. 

—¿Verdad o atrevimiento? —pregunta la voz ronca de Miles.

—¡Eh! Es mi turno —lo corta Colden. 

Aunque las ganas de Miles por poner contra las cuerdas a su mellizo se palpen a leguas, se queda en un intento porque el mayor de los Keller toma el control. 

—Verdad —dice Nevan un tanto tímido. 

—¿Es cierto que ayer dejaste la puta puerta abierta durante toda la noche?

Todos resoplan ante la pregunta de Colden. 

—¡Venga ya! —empieza Wylan—, con él no se puede jugar, siempre está con cosas del trabajo. Es un aburrido. 

La respuesta del susodicho llega en forma de dedo anular elevado y una risa por parte del resto. 

Es el turno de Nevan y se lanza a girar la botella con más énfasis que su predecesor. Da tantas vueltas que Brielle tiene que frenar su intensidad con un ligero toque. 

La botella se queda fija en mí. 

—Has hecho trampas. 

—No he hecho trampas, en todo caso, el azar ha querido que tomes cartas en tu aburrida vida. 

No estoy para llevarle la contraria, así que espero a que Nevan haga la preguntita. 

—Tienes que subir al toro mecánico a ritmo de la música que escojas y soportar encima de su lomo la canción completa. 

—¡Si no he elegido si quería verdad o atrevimiento!

Las cejas rubias de Nevan suben y bajan. 

—En esa vida que llevas, no hay capacidad para los chismes. ¿Qué quieres que te pregunte, el nombre de la última modelo que te tiraste? No me interesa, son todas iguales. Te quiero ver dentro de la acción. 

Hay algo en esa frase que me hace volver la atención hacia Nate y Ash. Están los dos mirando hacia mí, en silencio, sin añadir nada, solo parpadeando y esperando mi reacción. 

¿Desde cuándo un Keller lleva razón?

Debería de estar dando saltos de alegría después de haber conseguido el contrato de mi vida y la realidad es que… estoy aburrido. Estoy aburrido dentro de mi propia vida. 

Cojo la cerveza, le doy un buen trago y miro a cada uno de ellos retándolos con la mirada. 

Pues claro, joder, me voy a subir a Cow, voy a mover las caderas y a olvidarme de los circuitos y de todo. Estoy en Lellos, aquí puedo ser yo mismo. Debo serlo por el bien de mi cordura. 

—¡Ponme Footloose, Rory!

Los gritos de fondo son la gasolina que necesito para acudir a la parte del local destinada a un toro mecánico llamado Cow que cada noche soporta a un par de borracho sobre sus hombros. 

El ritmo de la música, intenso y tentador desde la primera línea, me invita a saltar a los lomos del animal. 

Es Miles quien está a mi lado antes que nadie, Brielle le sigue por el otro lado. 

—Dale duro, BECK HUNTER —grita. 

El toro, o más bien vaca, mecánico, comienza su movimiento lento. Muevo las caderas como me han enseñado los chicos para mantener el equilibrio, pero cuando llega el típico estribillo que hace a todos cantar a pleno pulmón y dar palmadas al aire, el movimiento se intensifica. 

Grito de pura emoción y elevo la mano porque, «pa chulo, yo». 

Me sobran agarres. 

Con la siguiente sacudida el animal me saca de la ecuación haciendo que me estampe contra la colchoneta negra. 

Solo me queda reírme ante el abucheo del resto. 

—Menos mal que en la pista es más bueno. 

—¡Te he escuchado, Nate! —suelto con fuerza. 

No se me ha borrado la sonrisa de la cara y por ese mismo motivo vuelvo sobre mis pasos y subo de nuevo al toro. 

Wylan salta conmigo y me rodea las caderas. 

—No nos hagas perder los dientes. 

Ya no solo nos observan caras conocidas, sino que algunos lugareños se han animado a participar con aplausos y gritos siguiendo la canción. 

Cow comienza su baile lento, hasta que, PUM, tirón hacia la derecha. 

—¡Eso ha sido Rory con el mando manual! 

¿Es eso posible?

No sé si es la adrenalina, la cerveza, o la sonrisa, pero logro mantenernos en línea con el lomo de la vaca. 

La música sube de intensidad y nosotros nos movemos hacia delante, a ambos lados, y cuando la canción grita un «shake it, shake it», Rory hace literalmente eso,  nos sacuda lejos de la plataforma. En este caso la caída junto a Wylan es más dura. No se me borra la sonrisa ni aunque lo intente. Lo juro, hago el amago de cerrar los labios, juntarlos, pero no puedo. 

Solo me queda observar el techo del bar, lleno de vasos y birras, y tomar aire pensando lo afortunado que soy. 



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